El gringo



Nuestras divas venden fantasías, pero nunca faso. El placer se autocultiva.
Por Chanelle Noir

Hipótesis:

Anda por los 50, tiene pelo canoso y ojos celestes. Panza. En su juventud puede que haya estado bueno. Entra a nuestro dpto. con prepotencia, dejando su saco en nuestro perchero como si estuviera entrando a la habitación de un telo y diciendo (en inglés) que él es “Americano “ y que por tanto, tenemos que hacerle precio.
Le explico que estamos en Argentina y que acá se habla castellano. Se lo digo lentamente, con autoridad, mirándolo con el cuello arqueado porque mido un metro y medio y él me lleva dos cabezas. Amenaza con irse si no aceptamos sus condiciones y le respondo que no hay inconveniente. Que abajo le abren.

Lo veo recoger sus pertenencias mientras mediante un gesto sencillo, le pido a Romi que me facilite el faso recién armado que pongo entre mis labios. El gringo abre los ojos enormes y me pregunta si tengo más. Le pido que me disculpe, pero que no hablo inglés. Él saca 400 dólares y yo los guardo en mi media negra de liga. Los lenguajes del amor, el dinero y el faso, son universales.

Inmediatamente, vuelve a ponerse cómodo. Se sienta en la cama en el medio de las dos y yo le paso mi faso. Romi trae el cenicero del Che. Él hace un comentario despectivo sobre el revolucionario argentino y yo le digo que no le entendemos. Romi and Chanelle no English le digo. Pot and sex, yes. Oh yes.

Fumamos un poco mientras nos cuenta en su castellano de mierda que hace días que no prueba un porro y que es una situación terrible. En California tiene una plantación y se autoabastece. Esto estar mehor que yo fumé en Argentina, dice, refiriéndose a nuestros cogollos. Nosotras decimos Thank you. Dice que siempre que viene a nuestro país le venden un paraguayo espantoso y sobrevaluado. A nosotras no nos sorprende. Con la onda que tenía al principio, yo al menos, le habría vendido cianuro.

Tesis:

Romi: Es inhóspito, vienen con dólares y creen que pueden hacer cualquiera.

Chanelle: Y sí, creen que nos vamos a abrir de gambas por una foto de Washington.

Romi: Se creen que somos indios, que nos vamos a deslumbrar con los vidrios de colores. Se creen que estamos igual que cuando nos conquistaron.

Chanelle: ¿Eh?

Romi: ¡Cuando los ingleses nos conquistaron!

Chanelle: Che, tengo un libro de historia muy copado acá en la biblioteca, si querés llevátelo unos días.

Romi: ¿A ver? ¿Tiene dibujitos?

Chanelle: Sí, tiene dibujitos.

Romi: ¿Por qué no le querías hablar en inglés? Vos entendés perfecto.

Chanelle: Porque no viene incluido en el precio. La tarifa es por coger, no por hablarle en su idioma. Además, me iba a ver tentada a refregarle en la cara que para ponerla, además de tener que pagar, tiene que irse de su país porque ahí las minas son horribles.

Romi: Y sin embargo parece que nos cogió sólo porque teníamos porro. ¡Cuando vio el faso, se quedó avieso!

Chanelle: Tengo un diccionario por ahí, Ro. Llevátelo también. Tiene dibujitos.

Romi: ¡Gracias! Vos sabés que adoro leer. Los libros son una necedad. Ahí te entró un mensaje.

Chanelle: Sí, es el gringo. Dice que le parecimos unas forras, pero que quiere más porro. Quiere comprar de nuestra cosecha “a un precio razonable”.

Romi: Imposible. Somos putas, pero no dealers.

Chanelle: Eso le estoy respondiendo.

Romi: Y que se haga ortear.

Chanelle: También.

Conclusión:

Durante los días siguientes, el gringo nos manda un promedio de 10 mensajes de texto diarios pidiéndonos que le vendamos faso. Ante nuestra negativa, postea una “mala XP” en el foro de putas correspondiente, pero gracias al traductor de Google, no se entiende ni mierda.

Sin embargo, esa semana tenemos miles de gringos nuevos en busca de faso. Todos ratas y con la convicción de que ser “Americanos” les da derecho a lo que sea. A cada uno de ellos, Romi y yo lo colocamos en su lugar de súbdito del faso y le dejamos bien en claro la situación: Vos viajaste a este país sin faso y querés fumar algo bueno, no la mierda sobrevaluada que te venden aprovechándose de tu condición de dumb gringo. Bien. Fumá de la buena y cogete dos hembras como no hay en tu jodido país. Pero pagame lo que yo te pida. In advance.

Te explico, baby, vos tendrás muchos verdes, pero nosotras tenemos felicidad verde también. Fumate tus billetes si querés. En nuestro garchadero/fumadero, que es nuestro reino, esta plantita vale más que tu billetera. Igual, tu billetera se queda acá. Baby.

Publicado en la revista THC en octubre de 2010

El nono travesti



Las chicas reciben a un funcionario públio que, lejos de jubilarse, le suma a su vida monótona la fantasía de ser una más.
Por Chanelle Noir.



Hipótesis:

Romi revuelve el baúl donde guardamos la lencería y los trajes de fantasía. La veo sacar medias, ropa interior de seda y un baby doll. Le pregunto si hoy tiene turno el músico que le gusta a ella y me recuerda que, lamentablemente, hoy nos visita el nono travesti. Es un señor con edad para ser abuelo, funcionario estatal, que hace unos años empezó a recorrer puteríos y cabarets donde le dejaran llevar a cabo la fantasía de cumplir el rol de mujer. Cuando descubrió que en nuestro dpto. además podía fumar porro, jamás nos abandonó. Desde entonces, como es común entre los putañeros, este viejo maraca tiene una rutina: llega de traje y con el maletín, con el poco pelo que le queda peinado para el costado y se sienta a fumar y tomar gaseosa con nosotras. Cada seca lo relaja más, lo acerca más a la persona que desearía ser y al sexo que quisiera tener, al menos en estos momentos. Así, el nono travesti, comienza a vivir su propio sueño. Al menos hoy, al menos por algunos minutos, podrá ser la mujer que esconde durante las horas de oficina o en su casa, con su familia.

Nosotras miramos anonadadas su transformación. De a poco, el señor empieza a hablar diferente. Cambia su tono de voz, elige otras palabras y otros comentarios. Ya no habla de su trabajo ni de su esposa. Habla de las cosas que le gustan, de la decoración de nuestro dpto., acaricia a los gatos. Sigue hablando mientras se peina el poco pelo que tiene, mirándose en el espejo del living, aún con el porro en la mano. Del bolsillo de su pantalón, saca un lápiz labial y se pinta los labios. Se pone rimmel en las pestañas y las mueve como si fuera Betty Boop. Casi instintivamente, Romi y yo miramos para otro lado en el momento en que empieza a desvestirse, aunque la transformación del nono travesti es ese tipo de fenómeno que sucede con la música de fondo de una película de Kubrick.

Tesis:

Romi: Las cosas que hay que hacer por doscientos euros.

Chanelle: Nos recagó la devaluación del euro.

Romi: Sigue siendo una fortuna, Chanelle. ¿Cuántas horas trabajabas en la ofi por 200 euros?

Chanelle: No sé, muchas.

Romi: Y te tenías que bancar al pajero de tu jefe mirándote el ortho y tirándote onda.

Chanelle: Yo los guardo para cuando vuelva a subir.

Romi: ¡Ja!

Chanelle: ¿Qué tiene?

Romi: Nada. ¿Sabés qué creo? Que está comprando nuestro silencio.

Chanelle: Entonces, que venga con libras esterlinas, no con esta garcha.

Romi: ¡Será una buena excusa cuando le vendamos la información a la prensa! Ayer el nono travesti estaba en la tele, hablando no sé de qué.

Chanelle: Celebrando la ley del matrimonio gay.

Romi: No, de en serio te digo. ¡Cuando nos cansemos del nono travesti, lo extorsionamos y le pedimos libras!

Chanelle: ¡Pero qué flasheás, Ro! Si vos sos incapaz de cobrar de antemano porque te da vergüenza. Mirá si vas a botonear al viejo por maraca.

Romi: Tenés razón, Chanelle. Va en contra de mi esencia intrínsica.

Conclusión:

El nono travesti ya abandonó el dpto. y somos conscientes de que será mucha la pornografía vietnamita que deberemos consumir para sacarnos de la mente esa imagen: la de nuestro cliente saltando encima de un vibrador de 25 cm, gritando Soy tu putita.

Con el correr de los minutos, sin embargo, porro tras porro comenzamos a sentir una calma maravillosa. La misma hierba que hace un rato enfervorizaba al viejo maraca, ahora nos da paz y nos permite tomarnos una merecida siesta durante el resto de la tarde.

Nosotras también nos sacamos la ropa de trabajo y también, de alguna forma nos convertimos. Ahora no somos las empresarias del amor, somos las amigas fumadas a punto de tirarnos a dormir como hacen los felinos.
Hace frío, así que Romi y yo, siguiendo el digno ejemplo de los gatos, bajamos las luces y nos cuchareamos en el sillón. Sin poner la alarma a ninguna hora.


Publicado en el mes de septiembre de la revista THC