El Gran Rúben



Las chicas más enamoradas del THC que nunca, dedican un cuadro vivo para el deleite de un cliente con oficio.
Por Chanelle Noir.

Hipótesis
El cliente de las cinco nos sorprende a Romi y a mí al presentarse escoltado por un enano disfrazado de sátiro. Pregunto de qué se trata y el señor inquiere si acaso no reconozco al único, al majestuoso, al GRAN enano Rúben.
Bien, necesito un faso urgente. Por unos instantes falto a las reglas de cortesía y los dejo parados mientras me armo uno con la maquinita y los papelillos con sabor a uva. Fumo un poco. Romi se sienta a mi lado para que le convide y le digo que espere, que necesito unas secas más para continuar. El cliente y el enano nos miran desconcertados, parados aún al lado de la puerta que ha quedado entreabierta. Finalmente, le paso el faso a Romi y me levanto del sillón. Cierro la puerta y me disculpo.

- Así que, “El ‘gran’ Rúben”. Tomen asiento por favor.
El cliente cuelga su saco en el perchero y se sienta junto al sátiro frente a nosotras. Le armamos uno y él comprende que queremos saber su historia.
- Conocí al gran Rúben hace varios años, en un circo ambulante de Espeleta.
- Ajá, continúe –le respondo, armando otro.
- Quedé fascinado por su destreza.
- ¿Hace malabares?
- No, baila tap sobre una mesita.
- Vestido de sátiro.
- Si, siempre se vistió así. Sacrificó su hermoso cabello negro para ponerse los cuernitos. Cuando yo lo conocí se lo engominaba todo con Lord Cheseline.
- Lord Cheseline –repite Romi, en medio de su propia bocanada de humo- Lord Cheseline es uno de mis escritores de habla inglesa preferidos.
Se crea un incómodo silencio.
- Bueno –continúa el cliente- eventualmente, el circo cerró y el gran Rúben quedó sin trabajo. Fue entonces que le ofrecí venirse conmigo.
- Entiendo –le digo, dejando la tuca en el cenicero del Che y levantándome-, pero cuando hablamos por teléfono, Usted no aclaró que serían dos.
- Es que Rúben no viene a coger. Su función es orquestar nuestro trío.
- Yo fumo –habla por primera vez el enano- y les digo lo que tienen que hacer.
- ¿Viene en son de paz el enano? –pregunta Romi, mientras se saca la ropa.
- Pagaré bien por esto -replica nuestro cliente-, y por adelantado.
Cuando vemos el fajo de dinero, sacamos los frascos con todas las variedades que tenemos para convidar. Antes, claro, contamos y guardamos el dinero.

Tesis:

Romi: Al final no me diste ningún libro de Lord Cheseline.

Chanelle: No me pediste, me dijiste que era tu autor favorito.

Romi: No, quise decir que me prestaras uno.

Chanelle: No tengo.

Romi: Qué raro, vos que te la das de culta.

Chanelle: Viste, nadie es perfecto. ¿Que te pareció Rúben?

Romi: Bien, qué sé yo. En vez de esos gordos que vienen a fijarse en las toallas, mejor un enano vestido de cabra.

Chanelle: ¿Cabra?

Romi: Estaba vestido de cabra, el enano.

Chanelle: Aaah. Sí, por supuesto.

Romi: Aunque me resultó un poco molesto todo el tema del circo. Se nota que pasó mucho tiempo en eso. En vez de pedir cosas sexis, me pedía que te metiera un pie en la boca mientras el cliente me chupaba un mechón de pelo y te tocaba la pierna con el codo. Y con estas imágenes, el enano se pajeaba. De los dos, ¿quién habrá pagado?

Chanelle: Pagó el cliente.

Romi: Pero el polvo se lo echó el enano.

Chanelle: Ro, ¿vos a esta altura te seguís sorprendiendo?

Romi: Tenés razón. Armá otro con tu maquinita para rubias.

Conclusión:

Lo malo de este tipo de anécdotas es que poca gente nos las cree. No nos importa. El único problema es que a veces a nosotras mismas nos cuesta recordar si lo que vivimos realmente pasó. Sin embargo, días después, casi de casualidad, descubrimos que no fue un sueño.

Como la flor de Coleridge, el programa de Anabella es la evidencia de que lo que vivimos fue real: una tarde de ocio y televisión, vemos a nuestro cliente haciendo palmas mientras “El gran Rúben” zapatea sobre una mesita, vestido de sátiro.
Cuentan con orgullo que en la calle Florida, las multitudes se reúnen para ovacionarlo y que Tinelli lo convocó para que zapatee por un sueño en su programa.

- ¿Será con el adelanto del Bailando que nos pagó? –le pregunto a Romi.
- ¿Habrá venido en serio? ¿O habrá sido un sueño?
- No importa –le respondo-. Lovecraft escribió que la vida no es más que una sucesión de imágenes en la mente, sin importar cuáles vienen de cosas reales y cuáles de sueños íntimos. Y que no hay motivo para atribuir más importancia a unas que a otras.

- Lovecraft –repite Romi-. Qué raro, siempre pensé que era un fijador capilar.

Publicado por la revista THC en diciembre de 2010.

El Gallo



El señor, padre y empleado ejemplar, decidió darse una vuelta por el depto de las chicas, pero antes pasó por la rotisería.
Por Chanelle Noir

Hipótesis:

Es lo que Romi y yo solemos llamar “Un putañero clásico”: anda por los 50, pelado, panzón, cara de “que no se note que la vengo a poner”. Pide, inexorablemente, la toalla y el jaboncito. Nosotras mandamos a hacer unos que dicen “Chanelle y Romi” en el envoltorio. Es increíble lo que suma esa pelotudez. Eso, el frigobar con bebidas individuales y la canasta con golosinas. El polvo es lo de menos.

Recién al verlo salir del baño desnudo (oh cruel visión) diciendo “Ya me higienicé”, notamos que el cliente trae consigo una bolsa de Avicar.

Yo pregunté por teléfono si cumplían fantasías, dice, mientras saca un pollo entero de la bolsita. Creo que hablé con Romi. La miro y ella me devuelve su cara de WTF. No se debe ni acordar. Le pregunto al señor qué fue lo que pidió y él me explica, como si fuera lo más normal, que quiere que nos pongamos nuestra mejor lencería y le sostengamos el pollo mientras se lo coge. ¿Con los menudos y todo? pregunto yo, pero Romi me agarra de la mano y me lleva a la habitación. Abrimos el famoso baúl y elegimos medias de liga, trajes de fantasía y tacos. Nos maquillamos una a la otra como si fuéramos nenas jugando y de hecho el maquillaje nos queda bastante como el ortho. Romi me dice que no importa, que después de todo, hoy la puta es el pollo. Yo asiento. Le aviso al cliente que las fantasías son más caras y le pido el dinero por adelantado. Se sorprende, pero paga. Ya está con el porro prendido, adentro del pollo. Parece que fumara, nos dice. Y además, deja una sensación muy grata a la pija, cuando la meto. Como un humito calentito. ¿Me lo sostienen?

Tesis:

Chanelle: Ro, te dije miles de veces que cuando llaman por las fantasías, preguntes a qué tipo de fantasía se refiere.

Romi: Pero ¿por qué te calentás, mujer? Nuestro laburo lo hizo un pollo.

Chanelle: No es el caso, Ro, ahora tengo que gastarme la guita en vodka.

Romi: Nada de eso, nena. Relajate. Tomá estas flores, que son lo más. En un ratito vas a estar súper relajada y se te va a ir esa cara de fragor que tenés.
Chanelle: Gracias, Ro. Ahora, lo que me pregunto es qué hará con el pollito.

Romi: Lo lleva a su casa y se lo sirve a su familia “con salsa blanca”.

Chanelle: Qué hija de puta.

Romi: ¿Te cabe alguna duda?

Chanelle: Creo que es lo más probable.

Romi: No estés mal, Chanelle. Son las pequeñas cosas que marcan la diferencia con otros servicios. Nosotras ofrecemos alta implicancia.

Chanelle: Aparte de que somos carísimas.

Romi: Y, la implicancia tiene su precio.

Chanelle: Seguramente, debe ser muy cara.

Romi: Y sí, ¡imaginate!

Chanelle: La verdad, Ro, me dan mucho miedo tus slogans. Eso de “sensación atemporal” o no sé qué mierda pusiste en el último aviso. Después de esta experiencia, tengo miedo que caiga uno vestido de campesino de la edad media, durante la peste bubónica.

Romi: Pero ya inventaron la vacuna para eso.

Conclusión:

Yo armo con la maquinita especialmente diseñada para rubias, con las sedas con sabor a uva que me gustan. Romi prende y me va pasando. Tomamos gaseosa y nos preguntamos sobre el destino del pollo, que luego de ser violado, fue nuevamente puesto en su envoltorio y llevado a casa por nuestro cliente, más pobre que antes pero más feliz.

Nos imaginamos al señor llegando a su casa al grito de ¡Hoy cocina papá! y preparándoles con todo el morbo el pollo recién cogido. Lo imaginamos en la mesa familiar, saboreando cada pedazo y explicando a la familia que ese “gustito particular” se debe a unas especias que le trajo de oriente un compañero del trabajo.

Yo soy vegetariana hace años. Romi lo es a partir de hoy. Ambas sentimos escalofríos y lo sentiremos siempre, cada vez que pasemos por una góndola de carnes blancas.

Publicado por la revista THC en noviembre de 2010.