El Gallo



El señor, padre y empleado ejemplar, decidió darse una vuelta por el depto de las chicas, pero antes pasó por la rotisería.
Por Chanelle Noir

Hipótesis:

Es lo que Romi y yo solemos llamar “Un putañero clásico”: anda por los 50, pelado, panzón, cara de “que no se note que la vengo a poner”. Pide, inexorablemente, la toalla y el jaboncito. Nosotras mandamos a hacer unos que dicen “Chanelle y Romi” en el envoltorio. Es increíble lo que suma esa pelotudez. Eso, el frigobar con bebidas individuales y la canasta con golosinas. El polvo es lo de menos.

Recién al verlo salir del baño desnudo (oh cruel visión) diciendo “Ya me higienicé”, notamos que el cliente trae consigo una bolsa de Avicar.

Yo pregunté por teléfono si cumplían fantasías, dice, mientras saca un pollo entero de la bolsita. Creo que hablé con Romi. La miro y ella me devuelve su cara de WTF. No se debe ni acordar. Le pregunto al señor qué fue lo que pidió y él me explica, como si fuera lo más normal, que quiere que nos pongamos nuestra mejor lencería y le sostengamos el pollo mientras se lo coge. ¿Con los menudos y todo? pregunto yo, pero Romi me agarra de la mano y me lleva a la habitación. Abrimos el famoso baúl y elegimos medias de liga, trajes de fantasía y tacos. Nos maquillamos una a la otra como si fuéramos nenas jugando y de hecho el maquillaje nos queda bastante como el ortho. Romi me dice que no importa, que después de todo, hoy la puta es el pollo. Yo asiento. Le aviso al cliente que las fantasías son más caras y le pido el dinero por adelantado. Se sorprende, pero paga. Ya está con el porro prendido, adentro del pollo. Parece que fumara, nos dice. Y además, deja una sensación muy grata a la pija, cuando la meto. Como un humito calentito. ¿Me lo sostienen?

Tesis:

Chanelle: Ro, te dije miles de veces que cuando llaman por las fantasías, preguntes a qué tipo de fantasía se refiere.

Romi: Pero ¿por qué te calentás, mujer? Nuestro laburo lo hizo un pollo.

Chanelle: No es el caso, Ro, ahora tengo que gastarme la guita en vodka.

Romi: Nada de eso, nena. Relajate. Tomá estas flores, que son lo más. En un ratito vas a estar súper relajada y se te va a ir esa cara de fragor que tenés.
Chanelle: Gracias, Ro. Ahora, lo que me pregunto es qué hará con el pollito.

Romi: Lo lleva a su casa y se lo sirve a su familia “con salsa blanca”.

Chanelle: Qué hija de puta.

Romi: ¿Te cabe alguna duda?

Chanelle: Creo que es lo más probable.

Romi: No estés mal, Chanelle. Son las pequeñas cosas que marcan la diferencia con otros servicios. Nosotras ofrecemos alta implicancia.

Chanelle: Aparte de que somos carísimas.

Romi: Y, la implicancia tiene su precio.

Chanelle: Seguramente, debe ser muy cara.

Romi: Y sí, ¡imaginate!

Chanelle: La verdad, Ro, me dan mucho miedo tus slogans. Eso de “sensación atemporal” o no sé qué mierda pusiste en el último aviso. Después de esta experiencia, tengo miedo que caiga uno vestido de campesino de la edad media, durante la peste bubónica.

Romi: Pero ya inventaron la vacuna para eso.

Conclusión:

Yo armo con la maquinita especialmente diseñada para rubias, con las sedas con sabor a uva que me gustan. Romi prende y me va pasando. Tomamos gaseosa y nos preguntamos sobre el destino del pollo, que luego de ser violado, fue nuevamente puesto en su envoltorio y llevado a casa por nuestro cliente, más pobre que antes pero más feliz.

Nos imaginamos al señor llegando a su casa al grito de ¡Hoy cocina papá! y preparándoles con todo el morbo el pollo recién cogido. Lo imaginamos en la mesa familiar, saboreando cada pedazo y explicando a la familia que ese “gustito particular” se debe a unas especias que le trajo de oriente un compañero del trabajo.

Yo soy vegetariana hace años. Romi lo es a partir de hoy. Ambas sentimos escalofríos y lo sentiremos siempre, cada vez que pasemos por una góndola de carnes blancas.

Publicado por la revista THC en noviembre de 2010.