El brasuca



Nuestras amigas le abren la puerta a un morocho recio que, además de acerlas más ricas, las une un poco más.
Por Chanelle Noir

Hipótesis:

Abro la puerta a eso de las tres de la tarde y me encuentro con un hermoso negro. Le pregunto cómo se llama y me responde “Eu estava fodendo, estou con votade de vocé e marijuana”. Lo hago pasar y tomar asiento. Romi y yo nos sentamos en un sillón frente al suyo y por un momento nos miramos los tres. Mi amiga se pone nerviosa y arma un faso con los dedos, con una habilidad admirable. Yo miro al brasuca.
Él me devuelve la mirada y pone sobre la mesita unos billetes en forma de abanico. Luego saca su propio porro, ya armado, y lo prende mientras espera una respuesta de nuestra parte.

El dinero que exhibe es insuficiente para el trío, alcanza apenas para disfrutar de sólo una de nosotras. Se lo explico con señas, apuntando mi dedo índice a sus billetes y luego a Romi y a mí. Él asiente y luego larga una bocanada.

-Creo que me lo tendría que coger yo –dice Romi, porque nunca estuve con un negro.
-Yo tampoco –respondo.
- ¿Qué decís? Tu novio es un negro musculoso igual a Lorenzo Lamas.
-Es otra raza.

El brasuca sigue fumando, tranquilo, mientras nos ve discutir. Asumimos que no debe entender nada de lo que estamos hablando.

-Admitilo –le digo a Romi- decí que te querés desquitar con este negro porque mi novio no te dio cabida cuando te le ofreciste como una muestra gratis de shampoo.
- ¿Cómo te enteraste?
-Todos en este ambiente de mierda se enteraron. Romi, sé que llevás más años que yo en esto, pero hay cosas que evidentemente no tenés claras. Las putas cobran, las que se regalan son putitas. Yo siempre me consideré una Señora Trola y pensaba lo mismo que vos, hasta que vi cómo te regalabas. Me das tanta pena, que te cedo al brasuca de todo corazón. Hacé unos mangos, así podés ir a la peluquería y arreglarte “eso” que en una noche de merca y anfetaminas te hiciste en la cabeza.

Apenas termino de decir esto, el brasuca deja su tuca en el cenicero. Junta el abanico de billetes y los pone sobre mi mano. Luego, me lleva a la habitación.

Tesis:

Chanelle: Acá tenés la mitad de lo que me pagó el negro. Por favor, andá a la peluquería.

Romi: (guardando la plata) Vos y tu necedad de sentirte más que el resto, ¿no?

Chanelle: ¿Perdón?

Romi: ¿Te creés que no me doy cuenta? Todo el tiempo me estás despectivando, te divierte tenerme como la bruta y ser vos la que muestra su erupción. ¿Te creés que sos perfecta?

Chanelle: Yo no dije eso, Ro.

Romi: Sos una hedonista, anoréxica de mierda.

Chanelle: Vos también sos hedonista, procurás el placer.

Romi: Te creés la mejor mina del mundo porque los clientes te preguntan si sos rusa o alemana y porque sos flaca, con tetas y culo naturales. Y porque tenés esa piel de bebé, conchuda del ortho. No sé si tengo ganas de pegarte o de cogerte.

Chanelle: Ponete de acuerdo y vemos, si vamos a la esquina o a la cama.

Conclusión:

Luego de un año de tensión entre nosotras, de comentarios más o menos hirientes e indirectas que a veces son demasiado directas, todo estalló entre Romi y yo. El brasuca pareció ser la excusa perfecta para que ella y yo sacáramos a la luz viejos rencores y diferencias en las que probablemente nunca nos vayamos a poner de acuerdo.

Mientras el brasuca camina relajado y liviano bajo el sol (más pobre pero más feliz), Romi y yo nos agarramos a piñas sobre el sillón. Nos tironeamos del pelo, nos cacheteamos, nos rompemos la ropa, pero de repente nos miramos a los ojos y nos besamos. Terminamos cogiéndonos violentamente sobre la alfombra. Después fumamos la pipa (de agua) de la paz y todo queda en el olvido.

Pero que conste que yo soy la más linda.

Publicado por la revista THC en enero de 2011