Salir de la vida licenciosa



Nuestras heroínas le dan a un doctor metiche un poco de santísima medicina.
Por Chanelle Noir.

Hipótesis:
Es médico y tiene mucho que enseñarnos sobre la vida. La piel de Romi está seca y mis tetas parecen operadas, afirma mientras tomamos algo en el living del dpto., aún vestidas. Nuestra colección de revistas THC descansa en un armarito con puertas transparentes, él la ve e inmediatamente improvisa un discurso antidrogas. Espero que mis pacientes no lean esta revista, nos dice gravemente y yo pienso: Ok, no te soporto más. Pero nuestro cliente recién está comenzando. Su soliloquio es denso y él no se cansa de repetir que somos unas drogadictas, que no importa si sólo nos fumamos un porrito entre las dos antes de dormir, está mal. Ojalá que sus pacientes no lo hagan.

Yo miro estratégicamente el reloj. Le estoy dando a entender que cada minuto que decida utilizar para martirizarnos con su moralina barata es un minuto menos que tendrá para coger. Él parece entender mi sutileza, porque enseguida pasa al segundo tema que tenía pensado abordar con las putas fumancheras Chanelle y Romi. El nuevo segmento de su monólogo se llama “Sugerencias para salir de esta vida licenciosa”.
Nos ofrece trabajo en su consultorio. Podemos atender el teléfono, dar los turnos y decir cosas como “El Dr. está en teleconferencia en este momento”. No, mirá, le dice Romi mientras yo lo tomo de la mano y lo dirijo a nuestra cama, nosotras somos felices siendo putas.

Gateo más por soledad que por sexo, nos dice cuando finalmente se encuentra sentado en la cama, entre las dos. Romi y yo nos leemos mutuamente las mentes. Nos miramos a los ojos y ya no necesitamos hablar: ella se levanta y le dice que tiene algo muy especial para la tarde. Seguro que no merendaste, agrega, ofreciéndole un plato lleno de brownies. Su panza prominente ya nos había dado la pauta de que no se resistiría. Le entra con ganas. Romi y yo hacemos contacto visual nuevamente y esta vez sonreímos.

Tesis:
Romi: Se calló, finalmente, el doctor.

Chanelle: Primero, no podía hablar porque se llenó la boca de tus brownies. Y al rato, era un chiste, el hijo de puta.

Romi: Se reía raudamente. Me encantaba su risa.

Chanelle: Che, ¿y el diccionario que te regaló el músico?

Romi: Ah sí, lo usé para calzar la pata de la mesa de la cocina que estaba más corta.

Chanelle: Cierto, ya no se me vuelca el café con leche cuando me siento a merendar.

Romi: Quedó como loco, el doctor, qué momento estóico. Tendría que agradecernos. Pasó de ser un embole a cagarse de la risa de todo.

Chanelle: Y nosotras nos cagamos de la risa de él, de paso. Todos contentos. Pensar que yo no me animé a darle brownie a mi mamá cuando estuvo haciendo la quimio.

Romi: Vos le dijiste que el faso le podía aliviar el dolor y no quiso, fue su elección. Ahora, lo que hicimos hoy fue en defensa propia.

Chanelle: Sí. Qué tipo más hinchapelotas.

Romi: Era darle brownie o echarlo a patadas en el ortho. Ahí te entró un mensaje.

Chanelle: A ver. Dice que nos agradece, que no sabemos la falta que le hacía reírse un rato.

Romi: Coger también le hacía mucha falta. Largó como para abrir su propio tambo.

Chanelle: Cerda, hija de putaaaaa

Romi: Ay, habló la más fina.

Chanelle: Callate y armá uno.

Romi: Acá tenés.

Chanelle: Gracias, Ro.

Conclusión:
Parece ser que la gente que gatea por soledad, necesita tener al menos con quien pelearse. El problema es que a nosotras no nos interesa pelear, sino que nos dejen vivir a nuestra manera. En este sentido, los brownies de porro que cocina Romi parecen ser un antídoto para la careteada, un pasaporte a la realidad para un cliente que hoy se metió en el lugar equivocado, pero al menos nos dejó dinero.

El caso del médico que visita a un par de putas fumancheras para intentar llevarlas por el buen camino, es un ejemplo similar al del empresario monopolista que usa remeras con la cara del Che. Al menos queda gente coherente en el mundo, como nosotras. Si se hubiese tratado de una batalla, bien podríamos decir que ganó la autenticidad sobre la hipocresía. Algo así.

Finalmente, el Dr. pudo experimentar en carne propia las ideas a las que se oponía rotundamente. Y no sólo no la pasó nada mal, sino que terminó agradeciéndonos.
No resulta muy recomendable para los enemigos acérrimos del faso, darse una vuelta por el garchadero/fumadero de Chanelle y Romi. Lo más probable es que terminen riéndose de todo, sin acordarse qué era lo que habían venido a buscar. Pero tal vez, con la certeza de haber encontrado algo mucho mejor.


Publicado en la Revista THC en agosto de 2010