"El Plan Macabro"



Teatro y marihuana en busca de un cuarteto.
Por Chanelle Noir.

Hipótesis:

Asegura que fumarse uno y coger con dos mujeres hermosas no es ningún desafío, que cualquiera con el dinero suficiente puede darse el lujo. Pero no cualquiera, afirma, puede llevar adelante el plan cuyos resultados él ya imagina y disfruta mientras acaricia a su gato, como si fuera el villano de una película de James Bond. Nuestro cliente, que ya ha fumado porro y compartido su lecho con dos mujeres alguna vez en su vida, esta vez aumenta su apuesta: serán tres. Dos putas y su víctima. La víctima de su macabro plan.

Se trata de una amiga que siempre deseó, pero ella es de las que no besan en la primera cita ni practican la felación en lugares públicos. Esperó tanto, que ya no se conformaría con tenerla sólo a ella; tienen que estar también Chanelle y Romi, quienes se harán pasar por compañeras de trabajo de El Villano y, con el porro como su mejor aliado, intentarán que La Víctima caiga en la trampa.

Tal vez para que todo parezca más casual, El Villano invita a Chanelle y a Romi a comer y a tomar Daikiris en un restaurant en Palermo. La Víctima llega más tarde. Él le presenta a las chicas diciéndole que son compañeras del trabajo. Les cambia los nombres y hasta la edad. Más tarde, los cuatro, ya entonados gracias a las bebidas, irán a la casa de ella; y en ese momento aparecerá el quinto elemento del macabro plan: El Paraguayo Pegador.

Las putas somos, ante todo, psicólogas y excelentes actrices. Romi no terminó el secundario, pero le gusta usar palabras poco comunes y las usa mal. Es pródigo avisar que este paraguayo es realmente pegador, comenta. Cuando se pone a hablar de su colección de libros y DVDs, El Villano abre grandes los ojos. Por un momento, teme que su macabro plan sea descubierto. Afortunadamente, La Víctima ya está bajo los efectos del faso y no repara en las palabras de Romi, que ahora levanta la pierna imitando un paso de baile mientras dice “Yo soy re alquimista. Alquimista, como el libro de Coelho.”

Tesis:

Romi: Pecó de arrogante

Chanelle: Sí, como esa gente que usa palabras “difíciles” y las usa mal.

Romi: ¿Qué?

Chanelle: Nada, nada. Se creen todos lindos. Pagan porque quieren.

Romi: Claro, tienen miles de chicas con quienes pueden coger de onda, pero eligen pagar porque si no, después no se las pueden sacar de encima. Son re apócrifos.

Chanelle: El típico chamuyo. “En cambio, yo te pago y sé que mañana no me vas a estar llamando para saber si dormí bien”.

Romi: El Paraguayo era pegador de en serio.

Chanelle: ¡Y ni así se pudo enfiestar con las tres!

Romi: El porro motiva, pero tampoco hace milagros.

Chanelle: Claro, como la gente que le pide a los reyes magos que le haga desaparecer la panza de cerveza.

Romi: No quería saber nada, la chica. Me dio un poco de alegría que le saliera para el culo, todo su plan macabro. Me soslayó, la verdad.

Chanelle: Hasta me pidió que trajera una poronga de goma para enfiestar a la piba…y ahora que recuerdo, no me la devolvió.

Romi: ¿No te la devolvió?

Chanelle: No. Igual, nos pagó como si la piba se hubiera prendido.

Romi: Tan seguro estaba de que le iba a salir bien…igual reclamásela, la poronga.

Chanelle: Sí, era la que tenía los huevitos y la ventosa para pegar sobre la pared.

Romi: Qué inexorable.

Conclusión:
Sobre mi repisa destinada a exhibir mi colección de porongas, falta un ejemplar. El espacio vacío que dejó, siempre me traerá el recuerdo del Plan Macabro que no se concretó. Nos imaginamos a nuestro cliente volviendo a su casa, apenado, pensando que en efecto, El Paraguayo Pegador no es una estampita de San Expedito, aunque sin duda es mucho más divertido.

A él le quedará el recuerdo de “la gran partuza que no fue”, el dinero mal invertido y el consuelo de al menos haberle robado un consolador a una puta. A nosotras, en cambio, nos quedan los Rocas y nos queda además un objeto realmente valioso más allá del tiempo: nos queda el recuerdo de esa chica que no besa en la primera cita ni practica la felación en lugares públicos, mirándonos a los ojos cuando él se detenía a armar el porro y dejaba de prestarnos atención, diciéndonos en susurros que se muere de ganas, pero que no puede hacerlo. Por favor. Entiéndanme.

Nosotras entendemos perfectamente.

Publicado en la revista THC en febrero de 2010